El hombre malo
Jul 31, 2021
Cuenta la leyenda, que en una ladera del monte, en una casucha de piedra con un destartalado portalón azul con manchas marrones del oxido de las bisagras, vivía un hombre malo. Tan malo que nadie se acercaba a él por miedo, al que todos observaban desde la distancia, del que todos rumoreaban y al que todos evitaban.
Decía la gente que tenía un huerto con frutales en su descuidado jardín, y un perro atado y hambriento al que no trataba bien. Decía la gente que en plena postguerra, cuando no había comida, dejaba caer y veía podrirse en la tierra, la fruta de sus frutales, y las nueces de sus nogales.
Decía la gente que el hombre malo no tenia amigos, ni hablaba con nadie. Pero la gente hablaba mucho, hasta que una persona, que se llamaba Roberto, dijo: «Y se fuéramos a hablar con el hombre malo y le ofreciéramos ayudar en su huerto y sacar a su perro?», pero la gente decía que «No», que era muy malo.
Roberto no quería escuchar más historias que contaba la gente sobre el hombre malo. Y un día decidió ir a hablar con el hombre malo. Dió en su puerta azul de manchas marrones. El hombre malo le saludó. Y ese día estaba lloviendo, y bajo el pequeño porche de la puerta azul, hablaron de la lluvia, de los perales, de los manzanos y de los nogales.
La gente seguía hablando mal del hombre malo. Pero Roberto no escuchaba lo que la gente hablaba y otro día fue hablar con el hombre malo. Y le saludó, y el hombre malo le saludó a él. Ese día, que no llovía, bajo un cielo azul recogieron peras, nueces y manzanas. Y hablaron, del perro y de la huerta, del tiempo y de los frutales.
La gente seguía hablando del hombre malo, y decían que con el hombre malo no se podía hablar. Pero Roberto no escuchaba a la gente y fue a hablar con el hombre malo otra vez. Y le saludó, y el hombre malo le saludó a él. Y como había salido el sol caminaron por el monte con el perro suelto, y al regreso el hombre malo le regaló unos cuantos kilos de manzanas, peras y nueces.
La gente seguía hablando mal del hombre malo, y decían que con el hombre malo no se podía hablar. Un día cuando Roberto fe a ver al hombre malo, se lo encontró con un bote de pintura azul, pintando el portalón de su casa. Dejó la brocha y le dio una cesta para que recogiera tanta fruta quisiera. La gente hablaba como siempre del hombre malo, pero mientras tanto Roberto seguía hablando con él, paseaba a su perro y repartía —entre aquellos que tanto hablaban mal del hombre malo—, sus manzanas, nueces y peras.
Un día, Roberto, con las cestas de manzanas y el perro del hombre malo junto a él, se acercó a la gente, y repartió las manzanas. Les hizo saber que las manzanas y el perro eran del hombre malo. Pero la gente, mientras masticaban las manzanas del hombre malo, decía que con el hombre malo no se podía hablar, que tenia un perro que nunca sacaba, fruta que no compartía, y que el hombre malo era muy malo. Y Roberto, mientras acariciaba la cabeza del perro del hombre malo, veía que malo o no, el perro ya no estaba atado, y la gente comía sus manzanas.