La Hija de Pedro
Jan 21, 2023
Manuel Alberca, en el prólogo que abre La hija de Pedro, primera novela de la colección de narrativa «La Cervantina», apuntaba:
Buy now«He leído el manuscrito de este relato con absoluta devoción en pocas sesiones y con escasas pausas, embebido en los avatares y en las preocupaciones de Martina. Se podría decir, con un punto de pedantería, que he suspendido el principio de incredulidad con que procedemos al leer las ficciones sin darme apenas cuenta (Coleridge dixit). Me he metido en la mente de Martina, la he acompañado en sus disquisiciones mentales, he participado en sus interminables pesquisas, he creído en ella cuando todos los personajes del relato le daban la espalda, como si su historia fuese real… Y es que Martina-Paula cuenta con tanta verosimilitud que la ficción parece veraz. ¿He sido embaucado por la narradora? O, por el contrario, aunque no es pertinente ni conveniente creerse como verdaderas las patrañas novelescas, ¿he acertado al darle crédito a esa voz que parece ficticia y tal vez no lo sea más que en apariencia?
No desvelaré ni la historia ni la trama de este relato, absolutamente logrado y eficaz en sus propósitos. Si acaso para guiar a aquellos que se disponen a leer el libro les diría que no les defraudará, que van a adentrase en una narración que no les dará tregua ni les dejará aburrirse. El suspense recorre de principio a fin la historia de Martina, de la infancia a la madurez: una pregunta sin respuesta la obsede y la hace perderse para finalmente encontrarse. Si se me pidiera que definiese esta novela, lo haría con una denominación que a algunos les podría parecer chocante, pero lo hago con total convicción. La denominación que, a mi juicio, mejor le casa es la de “thriller autobiográfico”».
Manuel Alberca
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El mejor regalo que te puede hacer Paula, más allá de su libro que se vende ya en Hontza y será presentado con todos los honores por sus editoras (que llegarán desde Málaga para la ocasión) el 13 de marzo en el Koldo Mitxelena, es compartir contigo una foto de su madre de 1967.
Porque su madre, como otra gente de su familia (esa hija Violeta, ese tío pintor Juan Béjar, esa tía que también pinta, Carmen Cor-celles) es todo un personaje. En la vida real y en la (auto) ficción de 'La hija de Pedro'.
Así que tu madre fue la primera mujer vendedora de coches en España. Efectivamente. Conservo la foto maravillosa de un anuncio de 1967. Se la ve en una cantera. Apoyada en un Simca en extraño equilibrio sobre la roca. Había estudiado en Suiza, a los 19 años empezó a trabajar en Barreiros, la gran empresa de automoción en aquella España. Ese año, el 67 fue número uno en ventas, Lo suyo eran los Dodge, los Simca.
Tú naces un año después, en el 68. No es mala fecha para hacerlo. En las calles de Paris intentaban encontrar la playa bajo los adoquines. Naces en Madrid.
Pero al poco nos establecemos en Australia. Diez años después vuelvo a Madrid. Pero paso temporadas en Navarra, mas exactamente en el valle de Améscoa. Vengo a San Sebastián. Mis abuelos tienen piso en Aldamar. Para el 88 regreso a Australia...
Vives a tope tus años vasco-na-varros. Algo de Kortatu, Baldin Bada (esos iruneses que llegaron a ser influenciados hasta por el funk metal...).Imagino que andaba (re)buscan-do una identidad. La mía, claro.
El tema de las cuadrillas no me atraía mucho pero sí deseaba pertenecer a algo. A una comunidad, a una etnia, yo qué sé. Saber quién era, quiénes mis padres. Anda-bamos entre conciertos y aventu-ras. Cuando pasábamos a Biarritz volvíamos con pantalones que no había aquí. Llevaba una mochila con la ikurriña. Hasta que alguien me dijo que vasca, lo que se dice vasca, por mucho que uno de mis abuelos se apellidase Aguirre, no es que era ni fuese.
Vaya. Bueno, tampoco está mal tener tíos malagueños. Y pinto-res. Cuando Juan Béjar exponen la sala Fermín Echaurri de Iru-ña, las crónicas suelen hablar de su 'simbolismo conceptual' y sus 'sinfonías desconcertantes'. De Carmen Corcelles admiran su 'poética dulzura'.
No, no está nada mal. De hecho, ellos fueron los que me pusieron en contacto con Pedro J. Plaza, el poeta que forma parte del equipo editorial de El Toro Celeste.
Me dijeron Carmen y Juan que tenía que estar con él en la cafetería de la Universidad de Mála-ga. Para hablar de mi libro. Y allí que me fui. Nos tomamos un té Y me comentó que querían edi-tarlo. Buena editorial. Han publicado 39 poemas de Bertolt Brecht y lanzado al mercado obras de Carlos Aurtenetxe. Pero tú ya habías contactado con otra edito-rial. También de la mejores, la navarra Pamiela. Es la de Sarrio-nandia y Urretabizkaia.
Me sorprendió y maravilló que me respondieran rápido, alabando mi trabajo y diciéndome que había sido 'preseleccionada'. No sabia muy bien qué significaba eso pero me dio ánimo. Sucedió sin embargo que la novela la había escrito en 2018 y sabía que tenía que 'engordarla. Y la dejé a un lado, No la retomaría hasta 2021.
«Al final (casi) descubres que la pertenencia, la identidad no son únicas ni unívocas sino múltiples. Descubres que la admiración tiene poco que ver con la sangre»
¿Has dicho 'engordar'? ¿Cómo se 'engorda' una novela?
Yo no quería escribir mi auto-biografía. Mi intención era realizar una narración sobre un tema de mi vida pero nunca narrar mi vida. Eso sí, necesitaba encontrar una voz cercana. Y al mismo tiempo no podía olvidar al lector. Debía lograr el punto perfecto de tensión e intriga. Ese era mi plan de 'engorde' para la novela. Al final, la he publicado con la gente de Má-laga. Tras encontrar esa voz. La de la protagonista, Martina. Primero es la de una niña. Luego va empastándose, transformándose en la de una mujer.
Cometiste un fallo...¿Solo uno? Acaso haya más pero ¿por qué se la dejaste leer antes de publicarla a la gente que podía sentirse implicada en el relato?
Quizás por la frase que hemos puesto de titular, ¿no crees? Por el vértigo provocado al escribir algo que es verdad pero que la gente va a decir que no lo es.
Déjame hacerte una pregunta, ¿habría importado que la intuición de Martina, mantenida durante más de 200 páginas, hubiese resultado falsa?
A estas alturas, creo que no. Yo diría que ella y yo hemos aprendido mucho sobre pertenencia, identidad y lazos de sangre. O de los que no son de sangre. Pero antes, ella y yo necesitábamos saber.
Por cierto, ¿recuerdas qué hube de quitar de mi escrito por habérselo dado a leer a la gente antes de sacarlo al mercado?
Sí, lo sé y por eso te digo que te equivocaste. En un momento escribiste que uno de los personajes que bien amabas 'olía a cebolla' y alguien dijo que para nada; nunca había olido a guisote. Y sin embargo para ti... Era una imagen dulce y cariñosa porque implicaba que ese personaje estaba siempre cocinan-do. Para su familia. Ya ves, la cebolla ata más que la sangre.
Artículo de Xole Aramendia, GARA 4 febrero 2023
“La hija de Pedro” es, ante todo, el homenaje a su padre. Paula Ajuria utiliza material autobiográfico para convertirlo en una novela en la que narra el camino -tortuoso, en ocasiones- en la búsqueda de respuestas. Las letras, aquellas que como lectora la ayudaron a encontrar sentido a sus inquietudes, la han ayudado ahora como escritora a cerrar un ciclo.
Fue su madre quien la invitó a sumergirse en las obras de los grandes autores convencida de que es entre las líneas de las novelas donde mejor comprendemos la experiencia vital. De que lo único que nos hará entender y cambiar en consecuencia es la vida misma, nuestra propia interpretación de los procesos, las experiencias y las narraciones -incluso en las novelas- de los acontecimientos.
Siguió su consejo. No solo leyó, también escribió. Fue la vía que encontró para reflejar una existencia marcada por una búsqueda, la de su propia identidad. De eso hace cinco años. Es ahora cuando ve la luz la novela “La hija de Pedro” (editorial El Toro Celeste), su primera incursión en la literatura para adultos. Licenciada por la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sidney, Ajuria fue intérprete durante más de quince años en los tribunales de la misma ciudad. Durante ese tiempo trabajó de periodista para el canal de radio y televisión SBS de Australia, país al que emigró con su familia y donde ha vivido buena parte de su vida. En los últimos años reside en Donostia.
Se ha pasado cinco décadas intentando descubrir la identidad de su padre. Las letras, aquellas que como lectora la ayudaron a encontrar sentido a sus inquietudes, la han ayudado ahora como escritora a cerrar un ciclo.
Descubrimiento
Fue al resolver el enigma cuando sintió la necesidad de plasmar su proceso en las 269 páginas del libro. «Cuando de repente me di cuenta de que lo tenía resuelto -quizás no del todo, yo siempre lo quiero todo demasiado resuelto, admite, entre risas- me di cuenta de que había realizado un descubrimiento. ¡Ostras! Antes se creía que la genética era lo más importante. Se ha hablado mucho de la raza, la sangre y en el siglo XIX toma una forma que se puede llegar incluso al extremo, el de la eugenesia. Como casi todas las personas, yo también lo tenía desde pequeña; estaba obsesionada con la genética».
A lo largo de este proceso ha sido consciente de que la genética «conlleva una predisposición, pero no una predeterminación». «Es el entorno lo que nos forma. El entorno puede ser lo que te dice tu madre, lo que te dice tu padre -queda en tu oído para siempre-, cómo respiras el aire, el color del cielo... Todo eso de la patria está muy bien pero creo que nos han engañado con lo de las fronteras».
El amor a la tierra lo entiende como el establecimiento de una relación espiritual con ella. También con las ciudades. Lo tiene claro. «El verdadero amor por la patria ni explota, ni divide, ni mata. Cuando amas tu tierra no vendes tu parcela, no negocias, no derribas el patrimonio histórico, y en la tierra practicas la agricultura regenerativa», agrega. De ahí su pasión por la permacultura, que puso en práctica en su pequeña granja de las Blue Mountains australianas.
Su padre era vasco -«estaba muy orgulloso de ello», dice-. Así se siente ella. No obstante, se identifica con lo defendido con Amir Malouf.
Identidad
«Él habla de la identidad como una serie de pertenencias, no solo nación, y que no tiene por qué ser estática. Tenemos el poder de cambiar, aunque nos han desempoderado con esta construcción social sobre la identidad. Seguimos anclados en nociones de razas y fronteras. Aquí mismo tenemos una frontera que es política pero al otro lado de la frontera sigue siendo Euskal Herria. Somos mejores personas si entendemos la gran mentira de las fronteras y de las razas. Porque no somos una raza, sino una especie».
El libro es, ante todo, y desde el propio título, un reconocimiento a su progenitor. «Me di cuenta de que mi padre era el de siempre; todos tenían razón», confiesa.
Material autobiográfico convertido en una novela. «Es una narración que he hecho sobre un tema de mi vida, que no es lo mismo que decir que he narrado mi vida. Por eso no es una autobiografía y, de hecho, no me comprometo al pacto autobiográfico, de decir que todo es verdad. Me ciño a los eventos que empujan la historia, y nada más, porque he querido que ante todo fuese una novela, y que tuviera suspense. Tenía que ver cómo contarlo, de manera que relatara no solo la historia, sino el aprendizaje. Y cómo hacerlo de una manera que enganchara al lector», indica.
El lector se sumerge en un intenso viaje. Lo hace de la mano de Martina, la protagonista del libro, quien bucea incesantemente entre sus recuerdos.
Mentira
“Qué fácil es hacer creer una mentira y qué complicado deshacerla”. La frase de Mark Twain preside el libro. «La gran mentira es la importancia que se le ha dado siempre a la sangre. Y esto no ha cambiado del todo. De hecho, vivimos en una monarquía, lo cual es una forma estado que integra una familia que representa una dinastía, legítima precisamente por la sangre. ¿Cómo podemos hablar de igualdad cuando nuestra forma de estado se basa en una dinastía familiar? ¡Una dinastía familiar que encarna la identidad del estado! ¿Qué ocurre si nace un niño fuera del matrimonio real? Obviamente ese nacimiento no se va a celebrar. Y en esta sociedad, hasta hace poco, (los años 70), tener un hijo fuera de matrimonio no era tan solo pecado,¡sino delito! Esto ha causado mucho mal, ha condicionado terriblemente a las mujeres; y a los niños nacidos fuera de matrimonio que no tienen culpa», remarca.
El relato de Martina no es el de una persona presa de sus emociones. «Me abstengo de remover las emociones. Creo que hoy en día hay un exceso, el objetivo de muchos autores es promover la emoción. Prefiero que el lector haga sus propias conclusiones sin que esté conmovido», aclara.
Sin rencor ni resentimiento
El lector no encontrará en la novela ningún atisbo de rencor o resentimiento. «Dentro del espacio de los condicionantes de la época, los padres de Martina hicieron las cosas bien. Las decisiones las tomamos en la vida porque estamos presionados socialmente desde todos los lados, pero lo importante es cómo respondemos», afirma. «Qué rápido ha cambiado todo. Hoy en día, por ejemplo, es de lo más normal que una madre decida tener un hijo sin casarse o soltera. ¡Fíjate, y luego dicen que las cosas no se pueden cambiar…!», comenta.
Muchos de los pasos dados son positivos, pero no todos, en su opinión. «Hoy en día nos falta el sentido de poder, y la fuerza de antes, algo que he intentado reflejar en ‘La hija de Pedro’. Tenemos miedo, la gente era más valiente antes. A pesar de que había más peligros en todos los sentidos, muchos más motivos para tener miedo, y la vida era más corta y frágil». «Ahora vivimos más años, tenemos más cosas, abundancia de comida, menos enfermedades, menos muertes en general, mejores condiciones de vida y supuestamente existe más igualdad, pero no estamos bien. No nos pronunciamos por nada, y las librerías están llenas de libros con títulos como ‘Cómo ser feliz en dos minutos’. La alegría parece que está solo en la foto. Vivimos flotantes en la superficie, centrados en el placer, el consumo y la diversión; vamos corriendo, comprando cosas, no pensamos, y nuestras conexiones se realizan a través de un aparato», reflexiona la autora.
«Mientras tanto, el mundo arde por esta manera de vivir tan desconectada de la tierra, hay graves problemas en el medio ambiente, pero seguimos de fiesta y peleándonos entre nosotros aún por las fronteras y las fuentes de energía que mantienen en marcha el motor del consumo y la destrucción, en lugar de unirnos como especie para una mejor gestión de los recursos y el medio ambiente», continúa. «En la novela, Martina se rebela contra la institucionalización del colegio que sufre como una fuerza opresora. En su adolescencia, cuando la madre regresa a Australia, deja el colegio y desarrolla un gran interés por la naturaleza junto a su padre. Son años de carencias, pero profundamente enriquecedores que vive con suma felicidad», indica.
Agradecimiento
No hay espacio para el lamento. Se muestra agradecida por la capacidad de adaptación que han desarrollado. «Mi vida no ha sido fácil, pero sí maravillosa. Yo me siento privilegiada por la libertad con que he vivido -y vivo-, gracias a las experiencias que tuve», señala.
Sus padres eran avanzados para la época. «Admiro mucho a los dos. Eran muy fuertes, grandes soñadores. ‘Vámonos a Australia’, dijeron, aun sin tener ninguna necesidad económica. Ese amor tan grande de una pareja que hace cosas increíbles… y enseña a sus hijos las más importantes lecciones de la vida, la fuerza y el valor del amor», afirma.